Se dice que el futuro y la prosperidad de un país depende de las jóvenes generaciones; niños y adolescentes cuya formación determinará el devenir de la nación. En alusión a tal afirmación, psicólogos y neurólogos han contrastado científicamente lo que podría parecer una obviedad: la reiteración de inputs (mensajes) visuales y auditivos percibidos a diario por el niño/joven condicionará su formación y, en efecto, su personalidad. Por tanto, los mensajes y sus valores inherentes, asimilados consciente o inconscientemente por el joven influirán en su conducta futura.
La gran mayoría de la población estará de acuerdo en que el cultivo de valores como responsabilidad, solidaridad, generosidad, altruismo, cultura del esfuerzo, capacidad de sacrificio, y un largo etcétera, son valores socialmente aceptados como positivos para uno mismo y su entorno. Ahora bien, ¿qué sucede si la reiteración de inputs a los que se someten a nuestros hijos no transmiten valores personal y socialmente edificantes, sino otro tipo de conductas, en ocasiones, destructivas?, ¿y qué sucede si esos inputs no sólo se suceden de modo reiterado, sino que pasan a ser sugeridos a diario a modo de goteo incesante? Agresividad, precocidad y promiscuidad sexual, deslealtad, individualismo, incultura, ley del mínimo esfuerzo, hedonismo y consumo exacerbado como fines en sí mismo. Gran hermano, Islas de famosos, un sinfín de programas de chismorreo Hollywoodiense (como si fuesen EL modelo a seguir), Grand Theft Auto y demás videojuegos viscerales, series juveniles adoctrinantes, incesante publicidad abrumadora, etc. ¿Nos suena? El pan de cada día, verdad?
Del mismo modo que un chaval se puede empapar de mensajes positivos a través de maestros ejemplares, de su familia, de deportes o juegos educativos, etc; los cuales incidirán en su personalidad y posterior conducta, también lo hacen con los valores y comportamientos que perciben de la tele a través de series récord de audiencia o reality shows que sistemáticamente equiparan la conducta y condición humana a la animal como si eso fuese "lo normal". Estos son los mensajes que consciente o inconscientemente el joven está asimilando y asumiendo como "normales" a través de cada vez más programas de televisión.
El problema deviene acuciante cuando uno se percata que el niño/adolescente permanece tres horas al día (quizá tiro corto) estático y boquiabierto frente al formador de masas y "educador" nº 1 en nuestro país: la tele! La conversión a cifras es cuanto menos alarmante: al cabo del año esto equivale a 1.095 horas frente a la caja hipnótica. No soy neurólogo ni psiquiatra, pero pienso que en 1.095 horas, la incidencia de miles de inputs puede calar muy hondo en la mente y en la personalidad de un joven. ¿Porqué otorgamos tan preciado privilegio (la formación de nuestros hijos) a la televisión. Hay quien exclama: "qué mal va el país", "la sociedad se está denigrando", "¿hasta dónde vamos a llegar?"; fácil: hasta donde las principales cadenas y productoras se les antoje, ellos deciden. Nuestro entorno se está denigrando igual que gran parte de su programación televisiva porque ambos se retroalimentan. La sociedad se está convirtiendo en fiel reflejo de un mundo irreal que emana del televisor y trata de sustituir la escala de valores predominante hasta nuestros días en nuestra cultura.
Tal vez nos empecemos a percatar de que los padres están perdiendo el control en la educación de sus hijos y que el gran poder sugestivo y de influencia de la televisión está suministrando a los jóvenes constantes dosis de los valores subversivos que abundan cada vez más en nuestra sociedad. Con todo, parece que el rol formativo o deformativo de la televisión es cada vez más evidente. Quizás estar al tanto de que este fenómeno es ya una realidad sea un primer paso importante para enderezar el rumbo. No olvidemos que con 10, 12 ó 15 años, un joven es como una esponja que absorbe intensamente los inputs que recibe. ¿Creen que las productoras o cadenas velan por la calidad humana y educativa de esos inputs?
2 comentarios:
Enhorabona nanu
Totalment d'acord, amb l'afegit que el cóctel combinat de TV, messenger i Play Station encara remata més la feina. Per experiència professional en l'ensenyament és molt curiós observar com les noies adolescents tiren molt més cap al messenger, a través del qual tota una comunicació virtual que supleix el contacte directe amb les persones, mentre que els nois passen més hores amb la Play...
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